La redición de Breda

Si alguien dice: «¡La rendición de Breda!», seguro que otro alguien replica: «¡Velázquez! ¡El cuadro de las lanzas!». Que noooo… que no eran lanzas, sino picas. Y fue el 2 de junio de 1625, después de nueve meses de acoso español, cuando se produjo la rendición de la ciudad flamenca de Breda. Un asedio tan famoso que hasta se cruzaron apuestas por Europa para ver quién iba a ganar. Un bloqueo tan genialmente organizado, que atrajo hasta turistas para comprobar la que allí había montada. Luego llegó Velázquez y lo pintó. Conseguir la rendición de Breda fue toda una obra de ingeniería militar, y su ingeniero mayor fue el general Spínola, un genial genovés al mando de las tropas españolas. Ya nos sabemos todos que España se puso muy pesada con Flandes. Sesenta años estuvimos dando la vara a los flamencos, y ciudad protestante que veíamos, ciudad que atacábamos para convertirla en católica. Hasta que le llegó el turno a Breda, una ciudad muy rica y muy poblada, pero también inexpugnable.

El general Spínola, antes de atacar a lo loco, organizó el asedio al milímetro. Fortificó los alrededores de la ciudad, la rodeó con un círculo de trincheras, fortines y baterías. Porque al general no le importaban tanto los que estaban dentro de Breda como las ayudas que pudieran venir desde el exterior. Dicen que la estrategia era tan genial que algunos políticos europeos se acercaron por allí para tomar apuntes. Los sitiados, mientras, hacían pedorretas desde las murallas de Breda convencidos de que los españoles no podrían salvarlas. Pero nosotros, dale que te pego, pum, pum y más pum… día y noche, durante meses… y las defensas fueron cayendo. Entre que los de Breda se confiaron y que nadie venía del exterior a echar una mano porque las tropas españolas estaban preparadas para repeler cualquier ataque, todo era cuestión de tiempo. Aquel 2 de junio, Breda, sin víveres, sin ayuda y comida por la enfermedad, se rindió. Velázquez reflejó en su pintura lo que se produjo tres días después: la entrega de las llaves de la ciudad. Cuando vuelvan a mirar el cuadro, fíjense en el personaje de la derecha. Es el general Spínola, el mejor estratega de Europa. Cinco años después de aquel triunfo, España lo dejó morir arrinconado y sin honor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario