La lucha cubana por la independencia y la guerra con España llamaron la atención de Estados Unidos, que se posicionó a favor de Cuba para proteger sus intereses económicos. En 1898, disturbios en La Habana llevaron a la explosión del acorazado Maine, lo que aumentó la hostilidad hacia España. Estados Unidos atribuyó la explosión a una mina submarina y declaró que Cuba debía ser libre e independiente. España envió una escuadra a Cuba, pero los militares españoles eran conscientes de su inferioridad bélica. En Filipinas, la intervención naval estadounidense impulsó el movimiento insurreccional. El Congreso de Estados Unidos votó oficialmente la guerra a España el 25 de abril de 1898.
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