26 de julio. Fin de la batallad e Guadalete

Allá por el año 702, Witiza, el penúltimo de los reyes de la Hispania visigoda, subió al trono del reino de Toledo con una idea revolucionaria: ¡hacer las paces con los nobles descontentos devolviéndoles las propiedades confiscadas por su difunto padre, Egica! Un plan infalible, ¿verdad? No, porque en cuanto Witiza estiró la pata en 710, los nobles que no recibieron ni una mísera parcela se rebelaron y decidieron que Rodrigo sería un monarca estupendo para los visigodos, a pesar de que Agila, el hijo de Witiza, tenía más derechos al trono. ¿Que si los seguidores de Rodrigo mataron a Witiza? ¿O que Rodrigo se apresuró a sentarse en el trono antes de que Agila pudiera decir “yo soy el legítimo”? Eso aún es un misterio digno de un culebrón. Lo que sí es seguro es que en el año 711 los visigodos estaban más divididos que las opiniones sobre el final de “Juego de Tronos”.

Mientras tanto, don Rodrigo —sí, quería que lo llamaran “don”— estaba ocupado en sus asuntos, como someter a los vascones y sofocar una rebelión navarra, ajeno a los problemas internos de su reino. El pobre conde Julián, gobernador de Ceuta, estaba en apuros con Musa ibn Nusair, el gobernador omeya del norte de África, que había ocupado Ceuta. Se cuenta que Julián, buscando venganza contra don Rodrigo (había violado a la hija del conde), facilitó la entrada de los árabes y bereberes en la península Ibérica. Aunque, siendo sinceros, probablemente lo hizo porque era fan de Witiza. Así, bajo el mando del gobernador de Tánger, Tarik ibn Ziad, miles de norteafricanos cruzaron el estrecho y desembarcaron en la actual Gibraltar a finales de abril de 711.

Rodrigo, avisado en Pamplona a finales de mayo, no tuvo más remedio que abandonar su aventura navarra y correr hacia el sur para detener la invasión. Con prisa, y con más nervios que tropas, aceptó la ayuda de los nobles seguidores de Witiza. Según las crónicas árabes, el enfrentamiento tuvo lugar en algún lugar del río Guadalete, en la actual provincia de Cádiz, entre el 19 y el 26 de julio. Las fuentes medievales, con su amor por la exageración, hablan de entre cuarenta mil y cien mil visigodos contra unos ciento ochenta mil árabes y bereberes. Los estudios recientes, más modestos, hablan de unos treinta mil visigodos contra quince mil musulmanes. Pero la realidad probablemente fue un poco menos épica: unos dos mil quinientos cristianos contra dos mil musulmanes.

Durante dos días, las fuerzas se observaron mutuamente, intercambiando breves pero intensas escaramuzas. Al tercer día, cuando los hombres de don Rodrigo avanzaron, los nobles de Witiza, demostrando su lealtad a prueba de balas, abandonaron el campo de batalla, dejando a don Rodrigo solo y, efectivamente, convirtiéndolo en el último rey visigodo de quien no se volvió a saber más.

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