Mihailo Tolotos: el hombre que vivió en un mundo sin Eva

Mihailo Tolotos, el hombre que pasó 82 años de su vida sin saber lo que era el “pecado original” del Jardín del Edén, tiene un récord tan peculiar como desconcertante. Nació en 1856, a los pies de un monasterio en el Monte Athos, y allí mismo selló su destino: jamás conocería a una mujer en carne y hueso. Y ojo, que no hablo de las relaciones amorosas, ni de dramas de pasiones prohibidas. No, no. Este buen Mihailo no conoció ni el sonido de la voz de una mujer en persona.

Parece el argumento de una novela absurda, pero no, Tolotos vivió su larga y tranquila existencia dentro de los muros del Monte Athos, ese lugar donde el tiempo se ha parado y las mujeres están vetadas, como si Eva nunca hubiese cogido la dichosa manzana. Todo muy bíblico y antiguo, por supuesto. Los monjes que lo criaron en este “idílico” entorno, tan desconectado de la realidad como una película de ciencia ficción, se aseguraron de que nuestro hombre no tuviera ningún contacto con el “peligroso” mundo exterior.

Para entenderlo mejor, el Monte Athos es una península en Grecia que bien podría ser el plató de una película de la Edad Media. Allí no entra mujer alguna. No por elección, sino por decreto. Desde hace más de mil años, estos monjes han creado una especie de club exclusivo de caballeros… pero sin todo lo que implica un club social. La cosa es que no se afeitan, no se lavan mucho (que no todo es perfecto en esta vida monástica) y, sobre todo, no permiten a las mujeres. Ni a ellas ni a los animales hembra. Para evitar tentaciones, claro. Al final va a ser que la cabra tira al monte... ¡pero no en Athos!

Volviendo a Mihailo, que vivió su larga vida de 82 años en este ambiente tan “puro”, me pregunto si alguna vez tuvo curiosidad. ¿Qué habrá pensado al ver las ilustraciones de mujeres en los pocos libros que le permitirían ojear? ¿Un poco de sorpresa? ¿Algo de desconcierto? O quizás pensaba que todas eran apariciones divinas, vaya usted a saber.

Lo fascinante es que, a pesar de su reclusión extrema, Tolotos parece que nunca preguntó por esas figuras que, por mucho que en el Monte Athos intentaran ignorar, siguen existiendo más allá de sus muros. En todo caso, tal vez nunca le importó demasiado. Vivió en la quietud monástica, entre rezos, barba tupida y el eco de las plegarias en los pasillos de piedra fría. Sin dramas, sin líos de faldas (literalmente), ni chismes de patio de vecinos.

Tolotos falleció en 1938, sin haberse asomado nunca a una ventana desde la que divisar la mitad de la humanidad. Ni siquiera sabía cómo era un rostro femenino real. ¿Es triste o liberador? Eso queda al gusto del lector. Lo que está claro es que el bueno de Mihailo se fue de este mundo habiendo evitado uno de los grandes misterios de la vida. ¡Y aún hoy los monjes de Athos siguen con su tradición milenaria! Uno se pregunta si, a estas alturas, no estará por ahí algún Tolotos 2.0, completamente ajeno a la era de las redes sociales y los selfies.

Quizá para ellos, la ignorancia es realmente una bendición. Pero, ¡oye! para gustos los colores... o en este caso, los hábitos.

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